Intervalo
A medianoche caen copos de llanto
acompañados de rosas rojas,
apago las luces de las estrellas,
para beber tu último aliento.
En mi rostro se dibujaba una sonrisa cerrada,
mis manos rebosan agua de rosas.
Mis miedos son rocas blancas
que golpean la ventana de mis ojos,
no sé … si saldrás con vida.
Empecé a desmembrar rosas
para llenar el pozo oscuro de mi corazón,
serás una pequeña extensión
de mis vidas perdidas.
—Sé que ya no estás…
Bellas flores que esparcen su aroma,
cada mañana.
Serás mi callana;
llena de amor todas mis mañanas.
Te buscarán
pero no te encontrarán.
Serás mía,
por toda la eternidad.
Me robaron los zapatos
La basura de mi cabeza
pudre mis pensamientos,
todo huele mal
por mis sentimientos.
Ahuyento las moscas de mis ojos,
desean procrear en ellos,
están invadidos de tristeza.
No sé cómo lavar mis manos,
están llenas de pecado.
Mis orejas están retorcidas por el frío,
mi rostro es pálido y sombrío.
No soporto más el dolor de mi corazón,
lo he clavado en mi pecho con un punzón.
Quería huir,
sin tener razón.
Por debajo de la basura,
encontré tu feo rostro sin cordura;
repleto de moscas,
que danzaban tristes y vacías.
Llegó la hora de salir por debajo de la puerta,
— y gritar —
Espinas clavadas en mis pies
Estoy tan cansado de caminar.
Mi corazón se ahoga dentro de mí,
¡¡¡ ya no puedo… seguir así!!!
… Ya… No puedo.
Saco pastillas de mis bolsillos,
para volver a soñar.
Mi boca tiene la sequedad de una piedra.
Mis alas están rotas, no podré salir del infierno,
—me estoy quemando—
todo llega a su fin.
Planeé tener una vida feliz,
resulta que nada fue así.
Solo quiero saber cuándo terminará…
Mis miedos se marcharon,
mis pensamientos se borraron;
mi espíritu se ha congelado.
—Dime… ¿ahora cómo vivo?—
Corazón sin Dios
No conozco más que estas cuatro paredes y este techo.
Solo soy un niño de ocho años,
cansado de estar aquí,
no sé lo que cometí,
no quiero estar con extraños.
Los demás no lo entienden,
susurran que soy malo.
Mi mente se destartaló;
mi cabeza grita
¡todo es mentira!
y me reprenden.
Por debajo de las sábanas
encuentro consuelo y la cordura,
perdida cada semana.
Todos los días viene
la noche vestida de blanco,
—me dice: buenos días señor Louis—
¿Cómo te sientes hoy?
Mis pensamientos se encierran,
mis ojos se entrecierran.
Transcurre una hora silenciosa…
otra vez a la jaula apagada,
el ruido y la oscuridad
nunca se marcharán.
He aquí el ruido de mi cabeza,
¡Amigo!… no sé por qué me ignoras,
si sabes que soy tan frágil,
como una araña tejedora.
Sin huellas
Un vecino llama a la policía
por los aullidos de auxilio,
cuando llegan, solo hay
el más absoluto de los silencios…
Mi alma está fuera de mi cuerpo,
ya no presentaba signos de vida,
mis ojos están abiertos
con la mirada perdida;
mi boca no articula palabra alguna.
Los paramédicos hacen todo lo posible,
para que deje de sangrar;
pero es imposible
mi corazón está desnudo
quiere ser invisible.
Toman las huellas de la escena del crimen,
no encuentran culpable,
mis lágrimas habían borrado toda evidencia.
¡Oh, cariño hoy moriré!
Duerme, hermosa
En mi mente retorcida
hay tantas cosas ocultas…
Con mis manos atadas,
y mi falta de inocencia
me pregunto:
¿Puede haber amor y maldad al mismo tiempo?
Un día huyendo de la oscuridad
tropecé con el amor;
que tanto había buscado.
Ahora mi corazón está cubierto
por una fina capa de felicidad.
Ahora que lo tengo
le sellaré la boca.
Me mira impasible,
con sus grandes ojos perlados.
“Sabes tenía que conocerte…”
No respondió,
en ese momento lo supe,
quería huir de mí…
La agarré entre mis brazos
y la metí en la cajuela del coche,
conduje toda la noche
al sacarla estaba marchita,
sin pétalo alguno.
Hice todo lo posible
para regresarla a la vida,
la llevé al desierto;
la enterré, y así volvería a florecer.
Proyecto de escritura creativa
Autor: Elena Arenas
Ilustraciones : Ekyas